Por Julio Borges/ Vía El Espectador
Warsan Shire es quizás una de las voces más connotadas que ha logrado visibilizar el drama humano que se esconde detrás de la migración. Shire es una escritora y poeta nacida en Kenia, de padres somalíes y residenciada en Londres. Es una activista por los DDHH de los migrantes, pues ella sufrió en carne propia lo que significa dejar sus raíces y emprender un viaje por un futuro mejor. Escribió un poema llamado “Hogar”, luego de un encuentro con refugiados somalíes en Roma. En su verso recita una frase poderosísima que dice así: “Tienes que entender, que nadie pone a sus hijos en un bote a menos que el agua sea más segura que la tierra”.
El fragmento del poema estremece a cualquiera y es imposible leerlo y no pensar en los más de 6 millones de venezolanos que han tenido que salir de nuestro país a causa de la grave crisis política, económica y social generada por la dictadura de Nicolás Maduro. Imposible leerlo y no pensar en las imágenes que nos han llegado en las últimas semanas sobre los migrantes que cruzan el peligroso tapón del Darién en busca de un porvenir. Imágenes que son escalofriantes por todo lo que guardan, empezando por llantos inconsolables por la pérdida de algún ser querido en medio de este infierno controlado por grupos delictivos, especies salvajes y fuertes torrentes que arrastran a más de uno.
En días recientes el Servicio Nacional de Migración de Panamá precisó que en lo que va de 2022 casi 50.000 personas han cruzado el Darién. El flujo de migrantes por dicha selva va en aumento y ha alcanzado a partir de mayo un promedio de 500 personas al día. En el informe del organismo además se destaca que la distribución respecto a las nacionalidades que más han cruzado este peligroso trayecto es la siguiente: 58% venezolanos, 7,9% haitianos y 5,2% cubanos. Es decir, de cada 10 personas que deciden emigrar utilizando este paso, 6 son de nacionalidad venezolana. Eso pone en evidencia varias cuestiones que constituyen materia prima sobre el debate con respecto a nuestro país y el fenómeno migratorio.
¿Por qué los venezolanos son los que mayormente están recorriendo el Darién? Lo primero es que la migración venezolana que antes buscaban asentarse en países vecinos como Colombia, Chile y Perú, ahora ha comenzado a poner sus ojos en horizontes norteamericanos. La inestabilidad social, política y económica que atraviesa la región está motivando a que muchos migrantes vuelquen su mirada hacia Estados Unidos. América Latina fue la región más impactada por la pandemia del Covid-19, la pobreza y la desigualdad crecieron a niveles nunca visto, trayendo consigo desempleo y falta de oportunidades para todos, especialmente para los migrantes. Aunado a ello, los cambios políticos en países como Chile y Perú han propiciado mayores restricciones migratorias, y por ello, estos destinos han perdido el atractivo para miles de venezolanos que se encuentran indocumentados.
La segunda razón por la que los venezolanos se ven forzados a desplazarse por el Darién obedece a las imposiciones de visas y a la falta de documentación necesaria para poder cumplir con los requerimientos que exigen las autoridades para transitar por rutas migratorias legales. En la medida en que los países refuerzan sus restricciones migratorias crecen los pasos irregulares, el tráfico de migrantes y los negocios de las mafias. En este momento, casi todos los países de Centroamérica les exigen visa a los venezolanos para ingresar a sus territorios. Para obtener esta documentación se solicitan requisitos que para los venezolanos son casi imposible de cumplir, por falta de recursos y por el deterioro de las instituciones venezolanas, que hoy en día en lugar de servir al ciudadano, son centros donde se práctica la extorsión, el tráfico de influencias y el soborno.
Una tercera y última razón que está empujando a miles de venezolanos al Darién es el deterioro continuo de las condiciones de vida en nuestro país. Pese a que la dictadura inyecta ingentes recursos en una operación de propaganda para hacer creer que Venezuela se arregló, la verdad es que cada día la situación es más dura para los venezolanos, especialmente para los más vulnerables. Para que se tenga una idea, en el mes de julio la canasta alimentaria se ubicó cerca de 400 dólares al mes y el salario que devenga una maestra o una enfermera es de menos de 30 dólares al mes. A esto hay que añadirle la ausencia de servicios públicos que es generalizado en todo el país, donde hay personas que sufren cortes eléctricos diarios de hasta ocho horas o falta de agua por más de una semana.
El Darién es un espejo de que nuestro país es un inmenso drama humano, que no se detiene con paños de agua tibia como pretende la dictadura, tampoco con barreras migratorias que solo complejizan más el panorama de quienes están buscando un refugio del hambre y las balas que significa Maduro. Es un drama que solo encontrará alivio en su propio ser. Es decir, en su propia esencia, deteniendo su raíz para que no siga produciendo más sufrimiento. Una Venezuela democrática, abierta al mundo y con una economía nuevamente fuerte es la única solución para que la estadística de muertes en el Darién no se siga engordado y normalizado frente a nuestros ojos. No se puede seguir politizando el dolor de quienes huyen dejando todos sus sueños, aferrándose a una maleta y a un destino como alternativas para sobrevivir al horror de una dictadura oprobiosa.
El desplazamiento forzado de los venezolanos es otro tema en el que debe llegar la justicia. Son miles de venezolanos que han fallecido en estos pasos ilegales, sus familiares esperan que haya justicia, reparación y garantías de no repetición.
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